Querida María Amparo, querida familia toda:

    Es imposible expresar muchas veces lo que siente el corazón. Es cierto que con el ejemplo se habla más que con la palabra. Es cierto que lo que se vive dentro queda para siempre, pero también os digo que he vivido cerca de muchos huérfanos. ¿Os acordáis de Edu, el monaguillo de estos meses? Su mamá murió cuando era muy jovencito. Era muy amigo suyo, de su padre, de sus hermanas, podemos decir que fue la primera vez en mi vida que sentía tanto morirse a la madre de otro.

     Los hermanos Rodríguez de Mier, la familia Paniello, y el otro, y el otro, y también mis hermanos. Y ahora tú: María Amparo. Cuando mamá se va parece que te arrancan algo. Es una sensación que solamente se vive si te ha pasado. Cada mañana al levantarse, parece, los primeros meses, que hay que empezar a aprender a vivir sin madre. ¡Qué fuerte suena eso! Da igual que sea uno mayor o joven. Da igual que se tengan muchos hermanos o dos. Cuando mamá se va, se sabe que no volverá.

    La gente dice que hay varias etapas. Primero lo niegas, luego lo aceptas… Mira, cuando mamá se va, si es buena como la tuya. Si su mayor defecto puede haber sido en la vida, ser demasiado buena, solamente hay una etapa. LA QUE NOS QUEDA PARA IR A ENCONTRARNOS CON ELLA, en la Gloria eterna.

    Mamá ha tenido cerca a muchas personas. Mamá os ha tenido siempre y eso da mucha paz. Es cierto que a ti te costará más, pero también te quedas el recuerdo de que te la llevaste a Cuenca. La ciudad donde estudió, sus compañeros de facultad, su hija… Fue feliz y mucho, tantas veces gracias a ti.

    Pero cuando mamá se va, debemos vivir con Fe; con la Fe de que en el Cielo está mejor que nosotros. «Allá donde estés» se dice tantas veces. Ofrecemos la Misa, mantenemos la esperanza, vivimos en Dios, para saber que el allí donde esté debe ser un lugar concreto. El Cielo, con Jesús. Y decirlo claro y bien alto no es ofender a los que no creen. Es invitarlos a abrir el corazón a Cristo. No puede culparnos nadie de creer en Cristo y en la Virgen del Amparo. Amparo es lo que da una madre. Cuando mamá se va, se acoge de una manera especial el cariño de una madre. De cualquier madre, pero mucho más, de la madre del Cielo.

    Te voy a explicar algo. Desde que faltó la mía, sufro especialmente cuando se van las madres de los demás. Lloro de pena, pero también de paz. Como puede ser que sea hermoso y triste a la vez. Como puede ser que uno sienta gozo por la muerte de un ser querido. Por muchas cosas, pero la más importante es que ha combatido el combate de la vida, ha llegado hasta la meta, ha mantenido la Fe. Mamá tenía Fe y nosotros debemos tener esperanza y caridad. Aunque esté la gasolinera sin ella, la casa, sus alumnos, y su sitio, allá al final de la Iglesia…

    No os separéis nunca. Os toca trabajar, viajar, ayudaros mucho, pero también nos toca rezar a todos, por su alma y, también, por la nuestra. Por la mía, por la de cada uno. ¿Cómo están nuestras almas preparadas para irnos de golpe? Así se fue ella, casi sin cerrar la puerta. No quiso molestar a nadie, ni en el médico, ni en el hospital. No nos dio tiempo de nada. Ni a los médicos, ni a vosotros, ni a la ambulancia.

    ¿Te digo algo? No dejes a nadie de la familia culparse de nada, solamente de haberla querido. Recordadla en lo bueno, cada vez os acordaréis más profundamente. Más detalladamente. Al ir pasando los años cada vez se le tiene más presente, cada vez de ella se aprende, se recuerdan sus frases, sus caras, sus costumbres. Mamá se va pero está.

    María Amparo, te lo digo serio y con todo mi cariño: te lo digo como padre de este pueblo, como amigo de tu gente, como quieras: Mantente serena. El amor a mamá seguirá, pero ella quiere que seas fuerte. Ella te enseñó tantas veces a superarte. no dejes que la melancolía te arrastre. Háblale, rezale, cuentale tus cosas, que lo mismo hacemos con Dios. Eso también será rezar. Pero no dejes que te vaya desgastando su falta. Al contrario, hazla presente siendo lo mejor que puedas, para que, pasados los años, cuando te vea, pueda decirte: Fuiste valiente. ¡Enhorabuena hija!

    Es una lástima que cuando un pueblo se sacude por una muerte así, se nos olvide tan pronto. Es una pena que no tengamos en cuenta lo que vale y lo que no, cuando se nos olvide que mamá falta. Espero que pasados los meses, sepamos y sepáis que estamos todos. Que el pueblo ayude, como ayuda cuando pasa algo, aunque no pase nada. Que no solamente sepamos dar sin nada a cambio… cuando puede ser, quizás, que sea tarde. Que el día que nos llame Dios y su santa Madre, tengamos preparada el alma, el corazón amandoles y la manos llenas de obras buenas y verdaderas. Descanse en paz tu mamá. Te quiero mucho, como me quería ella.

    Y termino con algo para los demás, en lo que estarás de acuerdo conmigo. Los que tenéis madre decidle al Señor cada día: ¡Gracias Dios mío, porque aún tengo mamá!

Hace pocos días: El cartero de toda la vida

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