¡Decidieron matar también a Lázaro! es una de las frases que más me impacta del Evangelio. La adhesión a la Fe es un acto libre de la voluntad, recibiendo de Dios ese regalo preciado. Hay personas que ignoran ese don, personas que lo rechazan y siempre ha habido y habrá un cierto número de cercanos y lejanos que intentan impedir que los demás la acojan. Hay gente implicada en evitar que la Fe aumente. Son los enemigos de Cristo y de la Iglesia que hoy, como ayer, con más o menos habilidad, combaten en lo que pueden la extensión del Evangelio, llegando a ver como una posibilidad quitar la vida. No es nuevo, «si a mí me persiguieron, también a vosotros os perseguirán». Ya lo había dicho el Señor en la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro: «Tienen a Moisés y a los profetas, que los escuchen. Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto». Esto mismo ocurre en nuestros pueblos, en nuestras vidas. Hay que saberlo llevar con paz.

     Hay personas que no cambian, quizás por negligencia o por soberbia pura y dura, aunque sea palmario y evidente que su actitud no lleva a ningún sitio y se han equivocado. No hay cosa peor que criticar y perseguir lo bueno. El profeta Isaías ya lo advertía: «Ay de los llaman bien al mal y mal al bien, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo». Porque las críticas están mal cuando el otro ha hecho algo malo. No hace falta ir pregonándolo, pero cuando criticamos lo que otra persona ha hecho bien, eso es mezquino, es deplorable y tiene difícil arreglo. Para los ignorantes puede ser luz, pero solamente son tinieblas. Se repite una y otra vez: matemos también a Lázaro. 

      Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que éste muriera? También es común esta frase con diversos matices. «Si Dios existiera no habría permitido esto o aquello». La respuesta es sencilla, Dios respeta las leyes de la naturaleza, porque hay leyes físicas y químicas, porque los hombres tenemos pecado original y libertad, porque las cosas caen de arriba a abajo, ocurren muchas cosas que Dios podría impedir pero no lo hace. El mundo en el que vivimos no es el mejor que podría existir, ni tampoco nosotros somos lo mejor que podríamos ser, simplemente hemos de conocer ese mundo, conocernos a nosotros mismos, tener cuidado con la salud, sin llegar a obsesionarnos, y una vez hecho esto, encomendar nuestra vida al Señor, sabiendo que las aves del Cielo y los lirios del campo, ni cuidan la tierra ni hilan ni tejen y, como a ellos o mejor que a ellos, nos cuidará Dios. Aceptar el mal en el mundo es un síntoma de Fe, como hace Marta. Creer en Dios cuando todo va bien, muchas veces no es difícil. Igual que hay que amar a los demás, también cuando no se comportan con nosotros como nos parece que deberían.

     ¡Qué diferentes expresiones a la de Marta!: Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. Convertir en oración nuestras dudas, mirar al Cielo cuando en la tierra no se ve a la luz, puede ser, no solamente una forma de hablar con el Señor, sino la mejor manera de acercar el corazón que sufre al Corazón de Cristo. También cuando dos personas se quieren es bueno que se expliquen aquello que les duele. El valor de la confianza humana está en fiarse de la otra persona TAMBIÉN cuando hace algo que no entendemos. El valor de la confianza sobrenatural puede resumirse en la frase de la carta de San Pablo a los Romanos: a los que aman a Dios todo les sirve para el bien.

      El maestro está ahí y te llama. Es la frase que utiliza Marta, la que se había quejado de que María solamente escuchaba al Señor, sin trabajar nada. En medio de las labores diarias, hay ocasiones en que el maestro nos llama. Hay momentos en que nos visita de diversas maneras, o directamente quiere pasar un rato con nosotros. No sé si le dedicamos el tiempo que se merece, o los momentos que nos sobran de todo lo demás. Levantar el corazón a Dios, cuando nos llama, no cuesta tanto. Y si ya no te llama, quizás hay que empezar a preocuparse y llamarle nosotros. Marta avisa a su hermana, una vez que Jesús ya la ha consolado. El consuelo del triste es una de las obras de misericordia más difíciles, porque tantas veces, el triste esconde cómo está realmente. Por eso la ternura está siendo alabada por el Santo Padre, y por eso tantos no saben ponerla en práctica, porque puede ser que el Señor los esté llamando, pero no van. Ellos ya saben lo que deben hacer… Les falta el empujón de Marta.

     La siguiente escena evangélica, la unción de Jesús con perfume, por parte de María Magdalena, ya es la antesala de la Pasión: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres? Judas no decía esto porque le importasen los pobres, sino porque tenía la bolsa. El diablo tenía ya agarrado el corazón de Judas por cuatro duros. Muchos de los que se preocupan por algo, encierran detrás de la preocupación un desorden en sus deseos. Cuando estamos tan implicados en criticar las riquezas de la Iglesia, suele ocurrir que lo utilizamos como excusa, o para no dar, o para atacar como mejor defensa ante el ataque de nuestra conciencia. Muchas veces los pobres no sólo necesitan dinero. Quizás que tú les escuches un rato, en lugar de quejarte una vez más, en lugar de decir como propio aquello que se le ocurrió a Judas hace tiempo. No es el mejor modelo a seguir.

     De esta casa, quizás, salió Judas para hablar con los sumos sacerdotes y decirles que les entregaba a Jesús. Para llegar a la Resurrección, debemos pasar por la Pasión. Santa Semana Santa, que se acerca, a todos.

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