Quisiera que leyeras estas líneas mientras se oye de fondo la canción del Tamborilero. No sé si alguna vez la has escuchado meditando su letra y viéndote a ti mismo en el portal de Belén o en el mismo Cielo. Hoy hemos leído el Evangelio de la multiplicación de los panes y los peces. No sé si sabes que Belén significa «casa de pan», lo que sí que está claro es que Eucaristía y Navidad van unidas porque en las dos viene Jesús a la tierra.

Sin embargo, antes de seguir quiero contarte algo. Cuando era niño aprendí a tocar la flauta. Me gustaba la música pero el oído musical me ha acompañado poco tiempo, quedando en lo más alto al cantar en Lourdes el Pange Lingua mozárabe por megafonía en la procesión de los enfermos, gracias a la ayuda del director del coro y del órgano de Jean-Paul Lecot en la basílica de San Pío X y al Padre Juan María Sellas que cantó conmigo. En ese itinerario la guitarra, la trompa, algo de pandereta por los pueblos y, sobre todo, el tambor. Sí, el Padre Alba nunca quiso que dejara de tocarlo, hasta el día de su entierro, por última vez con mi banda San Luis y después con las bandas de cornetas y tambores que hemos ido formando. Puede decirse que es el único instrumento que me atrevería a tocar en una orquesta.

Por ese motivo, si tuviera que irme corriendo al Cielo, cogería un tambor. Porque seguro que allí lo utilizaremos para tocar villancicos delante de Dios, hecho niño. Seguro que algunos piensan que no cantaremos o que no habrá Navidades ya para entonces.

No hay Navidad sin Cielo, ni Cielo sin Navidad. Estoy convencido de ello. Es evangélico saber que el Ángel Gabriel bajó de lo alto para decirle a la Virgen si quería ser la Madre de Dios, los ángeles cantaron «Gloria a Dios en las alturas» y un ángel dijo: «Os anunció una gran alegría, hoy en la ciudad de David os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor». También el Cielo dejó ver a los Magos una estrella para que los guiara, y otro Ángel se apareció en sueños a José. Es evidente que no puede hacer Navidad sino hay Cielo.

También es doctrina teológica que el Mesías tenía que venir para que pudieran abrirse las puertas del Reino de los Cielos. Por eso también decimos que no puede hacer Cielo sin Navidad. Todo ello me hace pensar que celebraremos las Navidades en el Cielo, y como ya no me acuerdo muy bien de cantar, o mi oído musical ha vuelto a olvidar cómo se hacía, prefiero tocar el tambor, esperando solamente, que cuando me vea tocando ante Él, como tantas veces de niño, y ya mayor, también sonría.

En todo lo que hagas, cada día. Trabajar, lavar, planchar, rezar, cocinar, viajar, piensa que Jesús te mira y haz que sonría. Y cuando vayamos al Cielo, no dudes que se lo contarás, para que Él y tú, recordando, sonriais los dos, y si quieres, y estoy por allí, quizás los tres.

No dejes de recordar estos días la Navidad, y disfruta de tanto bien cómo se nos da

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