La tarde de la Solemnidad de nuestra Señora de la Asunción, titular de la Parroquia de Santa María del Campo Rus, celebramos Misa y llevamos en procesión a la Virgen del Amparo  a la Ermita, porque había salido para asistir a la celebración del día de la Familia en la Residencia de Ancianos de la localidad. Nunca una patrona había sido llevada en andas para celebrar en una residencia, el día de la familia, en Castilla la Mancha. Es de agradecer a todos los que lo hicieron posible. Pero también es el día para dar muchas más gracias. 

      El día 15 de agosto de 2012, llegaba a Santa María del Campo Rus, para tomar posesión, como párroco, de un nuevo ministerio que el Señor me encomendaba. Recuerdo que cuando vino mi hermano, el pequeño, me dijo: «Estoy contento porque por fin has llegado a un pueblo donde hay gente de tu edad». La verdad es que al principio de mi ministerio era difícil porque fui ordenado sacerdote muy joven, y durante muchos años, incluso los novios cuyas bodas presidía eran mayores que yo. 

          Desde entonces en mi vida, y seguro que en la de ustedes, han pasado muchas cosas. Quizás la más relevante es que, en aquellos tiempos, todavía tenía Madre. Llegar a un pueblo donde muchas personas me mostraron su cariño desde el principio, y donde se quiere tanto a la Virgen, llenó mi corazón de gozo, en lo que puede ser el momento más difícil de la vida de un sacerdote, e incluso de cualquier persona. No es difícil entender que el cura rural, que ha tenido a su madre viviendo en casa, lo vive de una manera, si no única, por lo menos, especial.

           Algo muy entrañable ha sido el cariño recibido en tanatorios y hospitales. Los primeros años de estar aquí, veía a mi madre en todas las salas donde estaba, porque en España, hasta donde puedo decirles, todos los hospitales me parecen iguales. Me resultaba muy difícil estar por el hospital, y voy muchas veces; así que decidí parar a mitad de camino, y comía en Casa Montero, con Venancio y Jorge, y el viaje se hacía algo más llevadero. Al llegar allí, he ido tantas veces a llevar solamente algo de cariño, e incluso aquellos que habían perdido un ser querido lo devolvían con creces. El ciento por uno en esta vida, lo he recibido de muchas maneras. Les podría recordar muchos casos, pero en este tiempo he enterrado más de doscientas personas, que se dice pronto, y no puedo contar las visitas a hospitales en Villarrobledo, Albacete, Cuenca, Madrid, Valencia, Toledo, y alguno más que me olvido. Estoy convencido de que Dios me ha llevado y que son GRACIAS del Cielo que todos guardamos en el corazón. 

        También recuerdo de estos siete años las bodas. Trato muy cercano y especial con los novios, antes, durante y después de la preparación de la celebración. Es muy reconfortante ver el acompañamiento que puede hacerse cuando se dispone de tiempo por ambas partes, dentro de las dificultades en horas y trabajos de muchos de vosotros, pero estoy muy contento de cómo hemos podido tratarnos, a fin y efecto, también, de poder estar en las duras, cuando hemos estado en las maduras, en las penas, cuando hemos compartido las alegrías. Contad para ello, os lo digo de corazón, conmigo. 

     ¡Qué queréis que diga de las confirmaciones y comuniones! La catequesis, las excursiones y todas las celebraciones, han sido un regalo continuo para mí. Quiero dar gracias a los padres y a los jóvenes. Especialmente a aquellos que han seguido en catequesis, incluso después de confirmarse. Me acuerdo de muchas cosas importantes, y también de las sencillas. ¿Te acuerdas Montse que tu vestido no era entero blanco? Seguro que sí. Y podría decir tantos nombres y tantas personas que llevo en el corazón y llevaré toda la vida. Desde las clases de repaso hasta los campamentos, o las competiciones con los monaguillos. Sí, la vida en Santa María ha sido una lluvia de GRACIAS para mí. 

        Cuando me preguntan si a los feligreses de estos pueblos les quiero más, suelo callarme, pero lo que percibo es que me quieren más a mí. Quizás ahora sé descubrir el cariño de la gente, o ha ayudado que nos conozcamos. Lo cual es bueno, porque a veces sirve para todo lo contrario. Muchas veces también me he equivocado, o he hecho las cosas mal. Por lo que pido perdón, y no me estoy despidiendo; que parece que sólo sabemos pedir perdón cuando nos vamos. Disculparse también llena el corazón, del que lo dice, y del que perdona. 

        Quisiera explicar muchos detalles, muchas más gracias recibidas, pero prefiero dejarlo aquí, porque la homilía duró dieciséis minutos, ya que nos faltaba hablar de la Asunción de nuestra Señora. Sólo quiero terminar explicando que cuando llegó el momento de la Visita Pastoral, el Señor Obispo envía un cuestionario, donde una de las preguntas es: ¿Cuántos laicos colaboran con la Parroquia? Y recuerdo que pensé: ¿Qué le contesto? ¿TODOS? ¿O le pongo ciento veintitrés? Por toda vuestra ayuda y dedicación, de todo corazón, en primer lugar a Dios y a su Santa Madre, la Virgen del Amparo, y a todos vosotros, por estos siete años, el periodo más largo de mi vida, en cualquier sitio: OS DOY LAS GRACIAS.

 

Las fotos son de nuestro fotógrafo: José Luis Otero Sáez

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