Durante este Año de San José, el Papa Francisco ha concedido indulgencia plenaria, si meditamos las palabras del Padrenuestro durante media hora. Quisiera en estas líneas invitarte a reflexionar sobre un punto de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio que tienen relación con el título de este escrito, que transforma la petición de esta oración que nos enseñó Jesús, a lo que muchas veces decimos, o más que eso, al modo como actuamos.
También es viernes de Cuaresma, y en el Vía Crucis, se nos invita a caminar junto a Jesús en la Pasión. Es verdad que Él dijo en el Huerto de los Olivos: pase de Mí este cáliz, sin embargo, también dijo: pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Muchas veces rezamos «hágase Tu voluntad en la tierra como en el Cielo» pero, en realidad, o no nos lo creemos, o lo que casi es peor, no lo queremos. No nos fiamos del todo de Dios, o pensamos que nuestro criterio es mejor que el suyo.
Empecemos por San Ignacio. En una meditación de la Segunda Semana, él describe tres tipos de personas. Los que no quieren los fines que quiere el Señor, los que quieren los fines, pero no ponen los medios, y los que saben lo que quiere Dios, y ponen los medios para lograrlo, quitando de su vida lo que sea necesario. El segundo grupo lo describe de esta manera: El segundo quiere quitar el afecto, mas así lo quiere quitar, que quede con la cosa adquirida, de manera que allí venga Dios donde él quiere, y no se determina a dejarla, para ir a Dios, aunque sea mejor para él. Tantas veces sabemos que algo nos hace daño, pero no tenemos una determinada determinación a dejarlo. No nos apetece, o no nos vemos con fuerzas, o no ponemos los medios, y año tras año, Cuaresma tras Cuaresma, Vía Crucis tras Vía Crucis, seguimos igual.
El Señor nos pide que nos fiemos absolutamente de Su voluntad en TODAS las circunstancias de nuestra vida, y nosotros, o rezamos para que cambien las circunstancias, o no ponemos los medios para que sucedan de la manera que Dios quiere. Después, cuando nos damos cuenta, buscamos escusas para explicarnos a nosotros mismos por qué actuamos así; o también, preguntamos a otras personas hasta que nos dicen lo que queremos oír. Es muy común en la vida espiritual y, por otra parte, una conducta muy infantil, dejarnos acompañar por un sacerdote, o por alguna personas de criterio recto, pero SOLAMENTE en el caso de que nos dé la razón.
Las causas de esta actitud, de querer traer al Superior, a los padres, al sacerdote, o a cualquiera a tu opinión propia, antes que modificar la tuya, pueden ser varios. En primer lugar, no reconocer que tienen más luz que tú, lo cual no debe ser muy difícil; o también, pensar que no sabe un sacerdote sobre hijos si no los tiene, o cosas por el estilo (razones absurdas similares a decir que un ginecólogo tendría que ser mujer, o un veterinario debería ser animal y no humano). En segundo lugar, la soberbia de pensar que yo llevo razón y que los otros se equivocan; o también que, en realidad, no estoy dispuesto a cambiar mi «zona de confort» o aquellas costumbres en las que me he acomodado, prescindiendo de lo que Dios me pida. Y la tercera, una falta de Fe firme en que igual que los pelos de nuestra cabeza están contados, y que el mismo Señor que viste a los lirios y da de comer a los pájaros, también cuida de mí.
La Cuaresma es una buena ocasión para entrar en el desierto de nuestro interior, encontrarnos con Jesús en oración, y preguntarle cara a cara, si no quiero, si no creo o si no reconozco donde están todas aquellas cosas que pongo por encima de Cristo. Los lamentos de lo que va ocurriendo en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestra misma persona, puede que lleguen tarde, si no me decido a pedirle de corazón al Señor que se haga Su voluntad, y NO LA MÍA. Que sea capaz de vaciarme de mí mismo, para someterme del todo a Él. Esto, y no otra cosa, es la vida cristiana. Hacer de la tuya, la vida de Cristo. Lo demás puede ser tradición, pero no religión; puede ser folklore, pero no herencia; puede ser filantropía, pero no amor.
Espero que te haya ayudado esta consideración, y si te ha parecido demasiado directa, o clara, o concreta, te invito a decirme en qué no llevo razón. Y si no estás dispuesto a cambiar nada, no te preocupes pero, por lo menos, reconócelo. Deja de engañarte a ti mismo. Es el momento, el Señor lo puede todo. Vive en la Esperanza de que Él lo puede todo. Empieza hoy. Y, en caso de que no puedas, sencillamente, como el niño de la foto, dile que le acompañas, para que te vaya enseñando a aceptar cada momento de la vida, y para que sienta tu compañía, con eso basta. De corazón, mi bendición. Y, si puedes, esta noche, a las 21:00, te espero en Moral de cada día, de Radio María.
Creo que la redacción debe hacerse más comprensible ya que hay párrafos difíciles de entender.
La idea, el artículo y el objetivo están perfectos en mi opinión.
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