El artículo empieza con este escrito de hace unos días: ¿Qué figura eliges tú?

                Hoy es el III Domingo de Adviento, el domingo de la alegría. Alegraos, dice la antífona de entrada de la Misa, y “os lo repito, alegraos”, también la segunda lectura. No podía faltar en este blog un artículo para hoy. Os contaría tantas cosas que han hecho sonreír mi corazón, pero lo dejaré para este viernes, que tenemos programa de MORAL DE CADA DÍA en Radio María, a las 21.00. No te lo puedes perder. Además, conectaremos en directo que hace ya muchos programas que no tenemos intervenciones de los oyentes.

                “Decíamos ayer” que teníamos que escoger una figura para el Belén. Está claro que nadie querrá ser Herodes y está claro que hoy, Herodes hay muchos. Todos los que colaboran de alguna u otra manera con el aborto, gobernantes, médicos, y tantos otros, son los Herodes de hoy. Quizás el día de la Virgen de Guadalupe es una ocasión propicia para rezar por las dificultades de tantas familias en mantener a sus hijos, quizás sea ya el momento de que gastemos impuestos y ayudas, así como asistencia a tantas madres con dificultades para emprender, trabajar y cuidar a sus hijos, en multitud de situaciones que ni siquiera nos imaginamos. ¡Qué pena que los gobiernos de hoy prefieran invertir en la cultura de la muerte con el aborto y la eutanasia, que en paliativos y ayudas familiares! Pero dejemos el castillo, que ni siquiera aparece en el Belén de mi casa, y vamos a los Magos, que también se marchan.

                Melchor, Gaspar y Baltasar SE LLENARON DE INMENSA ALEGRÍA al volver a ver la estrella. Quizás era parte de su misión alertar a Herodes, porque así se cumplieron las profecías “de Egipto llamé a mi Hijo”, pero sirva de enseñanza para apartarnos de las cosas del mundo que no nos aportan nada para el camino hacia la Adoración del Mesías. Muchas veces pensamos que hay tiempo para todo, que tampoco está tan mal, que por una vez no pasa nada, y no tenemos la fuerza de voluntad suficiente para “volvernos por otro camino”, como hicieron ellos. Pídele a los tres, además de juguetes, que te den coraje y valentía para decir NO a cualquier tentación mundana. Y si has tenido la suerte de hacer alguna vez de Rey, en el Belén de tu vida, adora al Niño con el corazón, con la genuflexión, y con tu palabra, sí, también hablando de Él y diciéndole que te rindes a sus pies.

                También puedes ser San José. Es cierto que no recordamos palabras suyas. A mí me ayuda a callar. Es cierto que hay ocasiones en las que hay que hablar, y callarse sería omisión. Es cierto que muchas veces lo más cómodo es mirar para otro lado, pero San José no hizo eso, San José cumplió la voluntad de Dios, CONFIANDO. No sé si a cualquiera de nosotros, nos dijeran que nos fuéramos al país vecino porque los gobernantes quieren matar a nuestros hijos, nos lo creeríamos. No sé si después volveríamos, o empezaríamos a poner dificultades, igual que Jonás ante el miedo de ir a Nínive. Patriarca San José, tú que tuviste el gozo de acompañar al Niño Dios y a su Santa Madre en tantos momentos entrañables de su vida, danos la gracia de cumplir Su voluntad y a vivir de corazón, aquello que ellos nos regalan cada día en sus misterios, especialmente, en la Santa Comunión.

                Sin embargo, hay una figura entrañable, parece que la oigo hablar con el Niño, aunque nos cueste entenderlo, y se le oiga demasiado fuerte. En su relinchar, a Jesús, le cuenta la mula: ¡Qué bonito ha sido el trayecto hasta aquí! Sabes, Jesús, cuando José me desató sentí que estaba nervioso, y no es para menos, también me puse yo así. Sabía a qué veníamos, y me daba el corazón, que nacías aquí. Sólo quiero darte calor, dame también fuerza si tenemos que viajar, creo que están preparando otra salida. No necesito ser grande como estos camellos, ni tampoco ser fuerte como el buey. Sólo quiero llevarte, que no se fijen en mí, pero que lleguemos a todos los lugares donde me necesites, y si quieres, se me ocurre, y me das años de vida, quizás son muchos, pero dame el regalo, de entrarte, como hizo el rey David, en Jerusalén. He pensado que como Melchor te ha dado este oro, porque eres Rey, sería una buena idea, que te subas sobre mí, cuando seas mayor. Y si crees que queda mucho, quizás podrá hacerlo cualquiera, pero de verdad, que me gustaría verlo. Perdona que sea algo torpe, que sepa rezar poco, por no decir, nada, yo sólo sé decirte, que nunca olvidaré estos días, a mi María, bueno, nuestra; y de lo que he aprendido de tu Sagrada Familia.

                Y me toca terminar, es verdad que en cada relato del Evangelio podemos elegir quienes somos. En cada época de los tiempos litúrgicos también podemos hacerlo. Para adentrarme y sentir más la vida de Jesús, me gustar pensar qué sería. Algún objeto de su caminar, hecho hombre. En este Belén, pensando en todos los objetos que hay o pueden estar en el Pesebre, me costó encontrar un poco, uno que tuviera un significado desde su principio a su fin, desde una hierba aromática, que perfumara su nacimiento, con el aire frío de la noche, hasta un candil, quizás leña… pero todos durarían poco. Querría ser algo más eterno, y más sencillo a la vez.

                Sí, quiero ser la cuna. Sí. Esa cuna que abraza el cuerpo de Jesús en una noche helada. Que reconforta su pequeño cuerpo y, a su vez, lo protege. Quiero ser esa cuna de madera, tallada por las manos de San José, porque estoy seguro que, siendo carpintero, la talló con todo su Amor y entrega, y la cargaron camino del censo. Esa madera que lo recibe al nacer y que lo acoge en su agonía, quiero ser ese objeto que nace y muere con Él. Y si prefieres guardarme, Niño de mi corazón, déjame, aunque sea en una cripta, de una Iglesia de tu Madre, de la mía. Déjame rezar siempre, aquí me tienes, Reina mía.

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