- Ya me has hecho llorar otra vez, -me ha dicho Nati en la puerta del cementerio-
Hay veces que llorar es necesario, otras, que parece que no sirve de nada, pero hoy, y ayer, yo también he llorado. Acabo de llegar del cementerio, y quiero compartir lo que he predicado en el sermón de la Misa:
Queridas Noemi, Belén, Laura y Noelia:
(¿Queréis saber quiénes son? No es sencillo de explicar. Si quieres, un día vienes y te las presento).
Creo que, con razón, este pueblo está cansado de “palabras de muerte”. Por ese motivo, voy a intentar decir hoy “Palabras de Vida”, de esa vida que está a punto de nacer en Belén, de esa vida que será eterna.
Si hay algo en esta vida que pueda ser más reconfortante y entrañable que pasar los últimos días junto a unas hijas como vosotras, debe ser, solamente, encontrarse al entrar en la otra a vuestra Madre con los brazos abiertos. A una mujer de Fe firme, como era la suya, que hace ya muchos años que lo espera.
Porque Vicente, todo lo que tenía de grande, no sé si encontraremos alguien en la iglesia hoy, que pese más que vuestro padre, todo eso, lo tenía de buen corazón. Y si queréis que hablemos de peso, recordaremos los kilos de su cosecha. Los mejores campos, los suyos. Al final, todos los años, ¿quién ha cogido más? Vicente. –Hombre, claro, es que Vicente. ¿Vicente qué?
Y al final, siempre te acaban diciendo que tiene las mejores tierras. Será por eso, será por lo que sea, creo que hasta cuando no va él a trabajarlas, siguen siendo las que más dan. Pero él no se inmutaba. Con esa serenidad que tanto admiro porque yo no la tengo. Le preguntabas ¿cómo vas, Vicente? Y te podía decir: “Poco a poco”, pero sonreía y seguía siempre hacia delante, aunque le costara tenerse en pie, en esas épocas que andaba tan mal. La fortaleza de Vicente, ha sido siempre un don de Dios.
Y quizás venía de estar meses en el hospital, con una mala cara que no podía con ella, y te volvía a decir: “Adelante”. Recuerdo con ilusión cuando se compró el tractor, cuando… me acuerdo de tantas cosas. Pero ya te he dicho que no es sencillo, que un día, vienes, y te lo cuento.
Y hoy, pedimos en esta Santa Misa, con la Fe que tengamos cada uno, porque, por más que queráis, algunas veces esconderlo, tenéis las cuatro cosas muy hermosas de mamá, y todo ello, no es otra cosa que parte de la obra de Dios en vosotras. Una, el buen corazón, otra el buen humor, la sonrisa, el trabajo… fotografías de la creación en el alma de cada una, que si sabemos hacer crecer seguro que darán como fruto esa Fe que hace falta para salvar el alma, en ese encuentro final de vida, cuando lleguemos al final del camino, el camino que de Belén, nos lleva a la vida eterna.
Me queda decir a todos los familiares, tanto de fuera, como a la gran familia que tiene en el pueblo, que esta semana pediremos por él en las Misas, que si no podéis estar, que recordéis que estamos rezando por él. Y deciros a las cuatro, que os quiero mucho, desde el principio de llegar. Que comprendo tantas cosas sólo con miraros a los ojos. Y que, como digo siempre, a los hermanos que han perdido los dos padres que, por desgracia, ya me ha tocado hablarles a muchos, que ahora ya no tenemos el motivo para juntarnos. Que ahora tendremos que buscar la manera y el momento, de que disfruten entre sí los primos, de que estéis juntas, de que podías recordar, ya veréis como sí, cada vez, más cosas de los papás, y de hace más tiempo.
Un fuerte abrazo, y si puedo hacer algo por alguna, que no dude en decírmelo. Y si veis cómo estaba la Iglesia, seguro que podéis estar seguras que el pueblo quería mucho a «lenteja».
Vuestro: Antonio María