En los pueblos pequeños donde vivo, desde hace diez años, en la diócesis de Cuenca, organizamos las Confirmaciones cada cinco o más años. Esto ocurre cada vez que hay un grupo de muchachos que se ha preparado para recibir el Sacramento. En Pinarejo, hacía nueve años que no venía el Sr. Obispo a confirmar, aunque sí que vino para la visita pastoral. Y en Santa María del Campo Rus, hacía cinco años.

                Además, este año tenía una especial relevancia porque, Dios mediante, el día 26 de octubre, cumplía ya setenta y cinco años Don José María Yanguas, obispo de nuestra diócesis durante casi diecisiete años. Todavía recuerdo el día de su Ordenación Espiscopal, la visita pastoral en Almodóvar del Pinar, primera que tenía en mi vida, porque nunca había coincidido hasta ese día. Y, sobre todo, muchas conversaciones que quedan en la memoria y en el corazón, seguro de que tendremos más.

                La ceremonia fue sencilla, como había sido la preparación, que empezamos justo después de los confinamientos de la pandemia. Se confirmaban cinco jóvenes y un adulto en Pinarejo, y ocho jóvenes en Santa María. Con los adultos seguimos desde hace tiempo la catequesis “on line” preparada a través de Youtube, y un taller de Teología que hemos podido realizar con más de cuarenta miembros en este año 2022. Aprovechar los medios que Dios pone a nuestro alcance es una oportunidad que no debemos perder. Por otra parte, con los padres y padrinos, preparamos la ceremonia, y una entrañable merienda, al final de la celebración. Donde ya no pude acudir fue a las cenas que se organizaron posteriormente.

                Destacaron los lectores de la Palabra de Dios, y las fuertes y claras respuestas en la Renovación de las Promesas del Bautismo: El SÍ CREO, y SÍ RENUNCIO, se oyó perfectamente en los dos pueblos. El Sr. Obispo resaltó la posibilidad de que algunos dejan de asistir a la Misa dominical, después de confirmarse; pero pedimos al Espíritu Santo que no suceda así, como ha ocurrido con muchos jóvenes de nuestras comunidades, que siguen viniendo. Aunque, es cierto, que la marcha a las ciudades respectivas, cuando empiezan la Universidad, dificultan un poco el seguimiento espiritual de la juventud.

                Es cierto que el acto litúrgico es emocionante de por sí, pero si tuviera que resaltar algo que impacta, sería, sin duda, el Gozo del Alma como sacerdote y seguidor de Cristo, de ese SÍ QUIERO, de los niños en continuar el camino de la Fe, que supone el AMÉN al contestar a las palabras del Obispo: “Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”. Por desgracia, en los tiempos que corren, cada vez está más lejos la disposición de la gente a seguir cultivando la semilla de esa Fe, que nos viene adquirida en el corazón, desde los tiempos de Jesucristo. Pero, de algún modo, aunque dejen de practicar las obligaciones de un buen cristiano, con su SÍ, estoy seguro de que el Señor los volverá a recibir como ese día en su casa y como en el corazón de este Sacerdote, que les espera también con los brazos abiertos, para lo que necesiten.

                La oración de imposición de manos, también es especial, y aquí la añado para que podamos rezar por ellos mientras leemos: Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso y pidámosle que derrame el Espíritu Santo sobre estos hijos de adopción que renacieron ya a la vida eterna en el Bautismo, para que los fortalezca con la abundancia de sus dones, los consagre con su unción espiritual y haga de ellos imagen perfecta de Jesucristo. Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que regeneraste, por el agua y el Espíritu Santo, a estos siervos tuyos, y los libraste del pecado, escucha nuestra oración y envía sobre ellos el Espíritu Santo Defensor; llénalos de espíritu de sabiduría y de inteligencia, de espíritu de consejo y de fortaleza, de espíritu de ciencia y de piedad, y cólmalos del espíritu de tu santo temor. Por Jesucristo, nuestro Señor.

                También para cada uno de nosotros pedimos ahora el Espíritu Santo, para que venga sobre nosotros, como vino sobre los Apóstoles, con toda su fuerza y su calor. El fuego del Amor nos mueva a dar nuestra vida por todos aquellos que nos necesiten, a ti, a mí, a cualquiera que lea estas letras, y estos jóvenes que son, desde ya, la esperanza de las Parroquias y de la Iglesia. ¡Dios les bendiga!

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