Cada domingo de Adviento se nos pide algo muy concreto. El primer domingo los textos litúrgicos nos hablaban de paz, la semana pasada de conversión y hoy la Antifona de entrada reza: Alegraos, gaudete.
Es tan importante la alegría en estos días como en toda la vida espiritual, hasta el punto de hacerle decir a San Francisco de Sales: Un santo triste es un triste santo. En Adviento el motivo principal es la cercanía del Mesías, como le sucede a pastores y Reyes: Os anuncio una gran alegría, y se llenaron de inmensa alegría, lo primero lo dice el Ángel a los pastores, y lo segundo lo dice el Evangelio cuando los Reyes vuelven a ver la estrella al salir del palacio de Herodes.
Hoy te invito a hacer algo sencillo. Te invito a escribir una pequeña lista de motivos a lo largo de tu vida, en primer lugar de tu infancia y juventud, después de tu vida actual y, también, de tu vida espiritual, de motivos que tengas para estar alegre.
Esto significa que si buscamos cinco cosas de cada, por lo menos has de llegar a quince. Puede ser que te cueste unos minutos, pero tenemos tiempo para lo que queremos.
El segundo paso sería algo más difícil. Se trataría de intentar pedirle al Niño Dios, formas y maneras de comunicar esa alegría a los demás. Quizás en conjunto, o también en particular. Llamadas de teléfono, saliendo con amigos, rezando juntos… quizás sea muy diferente en cada caso.
Y la última parte, y sé que estamos en Adviento, pero creo que vale la pena, porque sabemos por qué se cantan y para quién… que busques un villancico y, escuchando detenidamente, con el corazón puesto en el regazo de María, camino de Belén, les ofrezcas toda la alegría posible para acompañarlos hasta donde ellos te permitan.
Feliz camino de tu vida hasta el encuentro definitivo con el Amor. ¡Alegraos!