Salíamos con Arancita y Paco, camino del pueblo, después de comer. Ella explicaba cosas de Samuel y sus hermanos, cuando eran pequeños. Y como las amigas decían que los casaba muy rápido, ella contestaba: «Como son buenos, me los compran». En la homilía les había dicho que pediría a San Juan para que tuvieran el sosiego suficiente en la vida para apoyar su cabeza en el pecho del otro, como el discípulo amado había hecho con el Señor. La prisa de nuestra vida, en muchas ocasiones, impide vivir así.
Sin embargo, hoy no voy a escribir el sermón, sino las palabras que la hermana de Montse, Chelo, ha leído emocionada al final de la Misa: Buenos días a todos y, especialmente, un felicísimo día para Samuel y Montse. No me voy a enrollar mucho, pero sí quería dedicaros unas palabras en este día tan especial para vosotros porque llevar veinticinco años juntos hoy en día, es casi un milagro y, ante todo, deciros que me alegro un montón de poder compartirlo con vosotros.
Es este tiempo que lleváis casados, y otros pocos más de novios, hemos compartido tantos momentos, buenos y no tan buenos (aunque pienso que de lo no tan bueno siempre se pueden sacar muchas cosas buenas), y en todos ellos he podido ver el Amor que os tenéis y el apoyo incondicional del uno al otro.
Habéis formado una familia maravillosa, con tres hijos, a cual mejor, que tienen unos valores y unos principios que vosotros habéis sabido inculcarles con mucho Amor, paciencia y dedicación.


Samuel, tienes un corazón que no te cabe en el pecho. Siempre de bueno humor, ayudando a todos siempre que lo necesitamos, porque una cosa es verdad, en generosidad no hay quien te gane. En todos los momentos has estado pendiente de tus hijos, de sus necesidades, de llevarlos a los médicos, partidos o a cualquier actividad que hicieran, y siempre te has esforzado al máximo porque en tu casa no faltara lo necesario, trabajando hasta cuando no puedes. ¡Cuántos viajes al pueblo, a Villarrobledo, a Albacete, a Cuenca…, siempre que alguien de la familia estaba en el hospital, ya fuera por nacimientos o enfermedades! ¡Cuántos recuerdos! Muchas gracias por estar siempre. Te quiero mucho, Samuel.
Y ¿qué decirte a ti, Montse? Mi hermana. A la que quiero con locura, madre incansable, hija paciente, hermana -mejor imposible-. Para mí eres modelo de entrega, sacas tiempo de donde no hay para escuchar y ayudar a quien te necesita, ya sean tíos, madre, hijos, sobrinos o yo misma, haciéndolo todo con tanto Amor, con ese Amor y alegría que irradias a todos, hasta en las peores situaciones. Siempre ha sido el espejo donde mirarme. ¡Cuánta ayuda y consejos he recibido te tu parte! ¿Qué habría sido de mí sin ellos. Para mí siempre serás una segunda, tercera o cuarta madre. No sé. Te quiero tanto…
En resumen, yo os definiría como un matrimonio lleno de generosidad y entrega hacia los demás. Que la Virgen del Amparo os bendiga, en este día, al igual que hace veinticinco años. ¡Vivan los novios! ¡Viva la Virgen del Amparo!
Después de comer, la familia le ha dado un regalo con otras entrañables letras. Creo que nos van bien a todos. Piensa cómo las vives tú mismo: El Amor nunca muere, pero hay que cultivarlo siempre para que éste siga dando sus frutos. Cada día debe de ser un «SÍ QUIERO» y una renovación constante.
Muchísimas felicidades, por todos días de un Sí y también por todos en los que haya podido faltar, hasta llegar aquí, veinticinco años después. Seguid cultivándolo desde la entrega, la aceptación y lo más importante: Agradar a la persona amada, pues así cada uno estaréis haciendo lo que colma al otro. ¡Feliz Aniversario! Os queremos.
En casa se quedaba mi hermano, mi cuñada y mis sobrinos, y volví con ellos, pese a haberme podido quedar toda la tarde con esta entrañable familia. Gracias por hacerme sentir con vosotros como en mi hogar. Dios os bendiga siempre.