Cuando era niño, en los autobuses metropolitanos de Barcelona podría leerse un cartelito donde estaba escrito: Prohibido distraer al conductor, escupir y blasfemar. Tiempo después, aprendí que en hebreo, si transcribimos literalmente, el Segundo Mandamiento de la Ley de Dios, en lugar de leerse: No tomarás el Nombre de Dios en vano, se lee: «No hablarás de Dios como de las demás cosas». Sea lo que fuere, además de la triste costumbre española de blasfemar casi sin saber lo que se dice, hemos dejado pasar la blasfemia, llegando a permitirla como mal llamada: «Libertad de expresión», sin darnos cuenta de que la libertad de uno, implica no ofender a los demás. De ahí que las libertades no son máximas y totales, porque como dice el autor: «Si Dios no existe, todo está permitido, y si todo está permitido, la vida es imposible» (Los hermanos Karamazov).
Pues bien, el mejor remedio que tenemos en nuestras manos ante la blasfemia, para no aumentar con un mal otro mal, es la reparación. De ahí, se acostumbra a reparar en la piedad cristiana con oraciones conocidas por todos como jaculatorias, el Triduo de Carnaval, o las Alabanzas a Jesús Sacramentado, que empezaremos a rezar, a partir de hoy, después de la Santa Misa. (Al final las escribo para quien quiera rezarlas).
El motivo es que un «político», y lo pongo entre comillas sin poner su nombre porque siento vergüenza ajena de que en nombre de la defensa de la mujer, sea capaz de atacar a Dios y a la Vida, en esa falacia que supone el aborto, por la que defendiendo a la Madre, asesinan a la hija, ha atacado en público y tomado el nombre de Dios en vano, al estilo del Titanic, donde se podía leer «Ni Dios puede con él», y sólo sirvió para enterrar bajo el agua miles de personas y después hacer una película. Sus compartimentos estancos fueron rajados por un iceberg, haciendo inútil su sistema «a todo riesgo».
Señor político, rezo por usted, me da pena que no sepa defender sus ideas sin nombrar de esa manera a Dios, rezo por usted, para que no tenga que tragarse lo que ha dicho, y el Señor, Dios de Cielos y tierra, tenga Misericordia de nosotros; rezo por usted, para que ayude a aquellas personas que quieran dar a luz a sus hijos, en lugar de promover que los maten; de la misma manera que pido al Cielo que se gasten en cuidados paliativos de aquellos que los necesitan, aquellos bienes que están utilizando en lucrarse y en fomentar la eutanasia. No sé decirlo de ninguna otra manera: «Dios tenga piedad de los políticos asesinos y mentirosos que en el gobierno o en la oposición, sólo saben acordarse de Dios, para faltarle y ofender a aquellos que representan que TODAVÍA, y por muchos años, creen en Él».
Por eso, si estás en una situación similar, si oyes una blasfemia, entra en tu corazón y alaba a Dios así, o como Él te inspire:
Bendito sea Dios
Bendito sea su Santo Nombre
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre
Bendito sea el Nombre de Jesús
Bendita sea su Preciosísima Sangre
Bendito sea su Sacratísimo Corazón
Bendito sea Jesús, en el Santísimo Sacramento del Altar
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción
Bendita sea su Gloriosa Asunción
Bendito sea el Nombre de María, Virgen y Madre
Bendito sea San José, su castísimo esposo
Bendito sea Dios, en sus Ángeles y en sus Santos