El día 16 de noviembre de 2023, a un grupo de Sacerdotes hispanos de Estados Unidos, durante una audiencia en el Palacio Apostólico de Roma les dijo: Ante estas dificultades San Manuel González nos advierte que «Jesús no deja de padecer». Dice Jesús que está en el Calvario hasta el fin de los tiempos; aunque está resucitado, sigue estando en el Calvario en la persona de sus hermanos. En cada sagrario, en cada copón consagrado vemos erigirse la cruz, y nos pregunta: ¿podemos hacer algo para aliviar al Cristo sufriente de hoy? «¡Háganlo, háganlo cuanto antes!», pero háganlo siendo conscientes de que «la Pasión será la compañera del Jesús de vuestros Sagrarios» en cada hermano y hermana que sufre, y lo que Dios les pide es que no los dejen abandonados. No dejen abandonados a los que sufren, no dejen abandonado al Señor del Sagrario, convénzanse que no van a poder hacer nada con las manos si no lo hacen también con las rodillas. Adoración, silencio eucarístico e intercesión ante el Sagrario. Y después sí, servicio. Pero es como el pingpong, una lleva a la otra, una lleva a la otra.

Pocos días después de estas palabras, algunas personas de la Parroquia de Santa María del Campo Rus, me insistieron para comenzar los JUEVES EUCARÍSTICOS, que culminarían cada año, ante el Monumento de Jueves Santo, donde le acompañamos, desde tiempo inmemorial, hasta la tarde de Viernes Santo. El regalo de hacerles caso, fue una inyección de fervor eucarístico, así como un aumento de feligreses en las Misas de los jueves.

Ya no eran, solamente, las Adoraciones de los Retiros, ya no hacía falta que nos acompañaran las personas que venían algunas tardes de domingo, desde otros pueblos, para adorar al Señor. Ahora, semanalmente, está con nosotros, bendiciéndonos desde la hermosa custodia de nuestro pueblo.

Atrás quedan las Adoraciones Eucarísticas “on line” de los tiempos del COVID19, las hermosas horas santas de aquellos días en los que no se podía salir en procesión. Sin embargo, año tras años, día tras día, Jesús nos espera en el Santísimo Sacramento. Que no caigan en saco roto las palabras de San Manuel González, el obispo de los Sagrarios abandonados. Aquél hombre sufría porque decía que, en España, después de la guerra, muchos pueblos se habían quedado sin Sagrario; pero también era cierto que, quizás por desidia y abandono, muchos sagrarios se habían quedado sin pueblo.

Allí, arrodillados a su lado, unos piden, otros dan gracias, algunos también cantan. ¡Alabado sea el Santísimo Sacramento! ¡Por siempre sea bendito y adorado! Con qué devoción se repiten las invocaciones en reparación de las blasfemias: “Bendito sea Dios, bendito sea su santo nombre, bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento, bendito sea su sacratísimo Corazón”. Otros repasan las bellas líneas de los “Quince minutos en compañía de Jesús Sacramentado”: ¿Sientes en tu alma, aquellas vagas melancolías que, no por ser infundadas, dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi Providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.

El riesgo de ir de aquí para allá, de un pueblo a otro, de un ir y venir sin parar, me hizo frenar, de un tiempo a esta parte, para pasar más ratos de Adoración, unas veces con sacerdotes, otras solo, muchas con mis feligreses, y ha sido, a algunas de ellas, a las que he pedido que compartan su testimonio con los lectores de Ave María, una vez lograron, en muchas ocasiones, por su ejemplo, que el párroco pudiera estar sosegado, junto a la Eucaristía, unas veces como decía aquel señor desde el primer banco de la Parroquia de Ars, cuando el santo cura le preguntó y le dijo: “Yo le miro, y Él me mira”. Otras, alabando, cantando, o llevando a Jesús a los demás. Porque podemos acercar Almas de joven a Cristo, o también, acercar a Cristo a las Almas. Os dejo con ellas:

El día esperado, ya estoy nerviosa durante la Misa, y con una ilusión en el corazón especial por el momento que voy a vivir con Mi Jesús… A efectos de los sentidos es como si me corriera por todo el cuerpo una brisa que te envuelve en un abrazo y remueve todo el interior. Todos los sentimientos se magnifican: Amor, ternura, caridad, esperanza, un fuego interior que consume y no quema, e incluso te embarga tristeza en algunos momentos por ese Amor tan grande e incomprendido que tiene para nosotros. En mi pequeñez ante Él, con todos sus regalos a mí, me enaltece y puedo llegar a comprender que mi Amor es también recibido por Él. Es una unión de un Amor puro que no se puede llegar a explicar por la falta de palabras para contar todo el deleite que éste lleva en sí. Me hace sentir en un Cielo, con los pies posados en la tierra. No siento el tiempo que estoy con Él pero, en cambio sí, el que estoy sin Él. Es una carta de Amor de dos enamorados, que se hace viva en la Adoración.

También nos dice una de las que más insistió: Las Adoraciones al Santísimo me hacen sentirme bien, desde el mismo momento que sale el Señor. Es como que mi cuerpo está en la Iglesia y mi mente y corazón se fueran para otro lado junto al Señor, y desde lo más profundo de mi corazón mantengo una conversación con Él y siento que me escucha. Y, por supuesto, esa sensación de escalofríos, sobre todo cuando empieza. Es el mejor momento de la semana.

Aunque vienen muchas más personas, sólo podemos incluir el último testimonio. Más adelante, bien seguro que compartiremos las palabras de otras personas: Para mí, la Adoración ya es el Cielo en la tierra, un adelanto de lo que eternamente nos tiene reservado el Señor, con los ojos de la Fe, con una certeza total ya estás mirando a Jesús cara a cara, ya te está mostrando su rostro. El Amor que Jesús me ha regalado a la Sagrada Eucaristía me hace sentirme atraída hacia cualquier lugar que sepa que ahí está, cualquier Sagrario, pero ya si descubierto se queda, se muestra ante ti sin puerta que lo haga invisible a tus ojos, la distracción es mayor. Es el Alma que busca el fin para el que se creó, es un imán que te atrae. Si en un momento pudiste pensar que el Señor estaría contento porque vas a hacerle compañía, pronto desaparece ese pensamiento, lo tuve una vez y jamás se me ha vuelto a pasar por la cabeza, porque compruebas que es Él quien, generoso, quiere esperar acompañarte a ti. Que Jesús Sacramentado se acerque a ti, no deja de impactarme, como si quedase envuelta en Él pero desde dentro. Porque no sólo la majestad de un Rey está presente en la Adoración, sobre todo está el Amor, un Amor que penetra en tu interior al acercarse Jesús. Él me ilumina el Alma, deja al descubierto heridas que sana, la limpia, llevándose lo que estorba, la deja más hermosa, es un poder, un Amor transformador. Es el Amor perfecto de Dios que humildemente se muestra ante ti, te llena, y como estás llena de Él, y no quieres separarte, tu agradecimiento a tanta generosidad, acaba expresando: Santo, Santo, Santo, Rey de cielos y tierra, Rey de mi corazón. Amor de los amores, Vida que la mía la vida trajo, Cordero inmaculado, inmolado por mis pecados. Padre bueno, Dios eterno, Amor generoso. La presencia de Dios todo lo llena, no se puede contar.

No me queda más que terminar como hemos empezado: ¡Adorado sea el Santísimo Sacramento del Altar, por siempre sea bendito y adorado! E invitarles a dejarlo todo, al menos una vez a la semana, y pasar un rato de Cielo, adorando a Jesús en la Eucaristía.

Dejar un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.