Hace pocos días publicaba una breve meditación sobre las pajas del pesebre: Dormido entre pajas, que continuaría con estas palabras, reflexionando en la verdad de que todos podemos ser Jesús, en el Belén de nuestra vida, según aquello de San Pablo: «Es Cristo quien vive en mí». Él nos coloca en el Pesebre, para ser presentados al Padre.

  Queridos Hermanos:
   Esta semana he aprendido algo. Tenía que saberlo y me avergüenza haberlo desconocido tantos años.
   Se refiere a la Torre de los Pastores de Miqueas, al campo en Belén, donde los levitas pastoreaban y escogían los corderos para el sacrificio diario. Las ovejas de matanza de Zacarías. Las cuidaban y cuando escogían una para el sacrificio la vendaban para que no se rompieran ni mancharan y así, atadas, las depositaban en el pesebre hasta llevarlas a Jerusalén.
   Esta mañana pensaba que si esos pastores del Evangelio eran levitas y no ladrones, quizás nosotros seamos más pastores de lo que pensamos.
   Al contemplar al Niño-Cordero sobre el pesebre se entiende la unión entre humanidad y ofrenda perfecta. Ya no es necesario un cordero inmaculado que sustituya al hombre como ofrenda agradable porque el hombre se vuelve una ofrenda agradable. Jesús es la víctima perfecta que nos abre las puertas del Cielo.
   Es la señal de que se inicia el tiempo de purificación y santificación de los levitas que anunciaba Malaquías. Y los pastores regresan… siendo pastores. Los pescadores regresan siendo pescadores… Nada cambia y todo es nuevo.
   El Niño no te arranca de tu tierra, no te lleva a otra ciudad celeste.
   Te abre los ojos para ver tu heredad como heredad santa de Dios. Aquello que nos prometió nos lo da como a hijos, porque al entregar Dios Padre al Cordero, dejamos de sufrir la muerte nosotros. Y entramos a formar parte de la Ciudad de Dios, ya aquí en la tierra. Somos liberados del pecado.
    Pero hay algo más… en el pesebre estás tú también. Vendado, protegido, limpio, purificado, Inocente, gracias a la sangre de Cristo. Con el paño blanco que pondría Abraham en el Altar para sacrificar a Isaac, con el paño blanco con el que María envolvió al Niño divino. Con el paño blanco que cubrió el cuerpo del Señor en el sepulcro. Igual que los manteles del Altar y los corporales en cada Santa Misa. Con los paños con los que recogieron la sangre las madres en Ramá, cuando el canalla y asesino de Herodes mandó matar a sus hijos.
    Hoy, con los Santos Inocentes, ofrécete al Padre para que se haga su voluntad en tu vida.
    ¡Feliz día y feliz semana!
    Mi bendición +

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