Hace unos años formamos un grupo de oración cuyo nombre es “A Jesús por María”. Aquellas primeras personas que lo formaban empezaron a crecer, y se empezó a extender. Primero nos veíamos en una casa, después en una casa de retiros, y ahora empezamos a no caber. Los huecos de unos los cubrieron otros, y casi sin querer, formamos un grupo de whatsapp donde compartimos reflexiones, podría decirse que por turno. A mí me toca cada dos jueves. Y el jueves pasado se me ocurrió que podíamos decir cada uno qué queríamos ser en el Belén de verdad. ¿Qué figura te gustaría ser?

             Ahora me acuerdo que les dije que yo quería ser el burro: Y yo te pregunto: ¿Has preparado ya todo para el Belén de tu casa? ¿Lo vas a cambiar de sitio?

¿Qué debes quitar para ponerlo? Y de tu corazón, ¿qué hace falta quitar para que Jesús llegue gozoso a él? Quizás tiempo mal empleado, algo más de Esperanza cristiana, obras de Misericordia… Y te pregunto algo más, ¿Quién serías tú si te dejan elegir en estos primeros años de la vida del Señor? ¿Quién serías tú en un Belén?

A mí me gustaría ser la mula, porque soy bastante torpe, y porque creo que no se perdió nada. ¡¡Hasta Egipto le tocó ir!! Y además, le daba calor al Niño.

En estos tiempos de frío mundo y de mundo frío le pido por todos vosotros para que podáis dar el calor de vuestro Amor, igual que lo hace la Sagrada Familia.

                Unos dijeron que una estrella, otros que la estrella de Oriente, un pastor, la Virgen María. Voy a compartiros alguno:

Quien fuera portal para ver llegar al mundo a nuestro Salvador  y poder acompañar  a María y  José en esos momentos únicos, difíciles y preciosos.

A mí me emociona el villancico del “tamborilero”, pero hay una frase que no puedo cantar, porque tengo los ojos llenos de agua y se me traba la garganta y me quedo sin voz, la última estrofa aquella de “yo voy cantando con mi viejo tambor, nada mejor hay que yo pueda ofrecer, su ronco acento es un canto de amor, ropopom, ropopom.” Y la frase que no puedo cantar es “cuando Dios me vio tocando ante El, me sonrió.” Todo este rollo para decir que yo soy una de las tamborileras.

A mí me gustaría ser leche de Mamá María y poder darme toda para mi adorado Jesús.

A mí me encantaría ser la tela que cubrió y acarició a el Niño, la tela que convierte en humilde a un Rey.

Me imagino siendo la pequeña hoguera que la Virgen y San José prepararon con mucho cariño para dar calor a la Sagrada Familia. Y que cuando me vaya apagando, volver a acudir a María y José para que me enciendan de nuevo.

A mí me gustaría ser una pastorcilla, qué privilegio y qué honor ser los primeros en poder contemplar al Niño Dios, y qué humildad que Dios eligiera estos simples personajes y no unos ilustres de la corte.

¡Caramba, veo que ya está el belén montado! Yo podría imaginar ser esa brisa de aire que les acaricia y respiran o ese agua que les quita la sed y lavan sus manos o  ése trozo de pan con el que calman el hambre… bueno, con eso estaría bien, Pero creo que miro muy alto, porque eso es cosa de Dios.

Y todavía falta uno más en el Belén… ¡¡¡el buey!!! Estaría cerca de la Trinidad terrenal, de la Sagrada Familia y contemplaría a María con el mayor asombro su Amor maternal de mujer, entregada enteramente al Dios que nace. También podría dar calor a Jesús, aunque mejor dicho, sería yo quien recibiera el calor del que es la luz del mundo.

                Después de leer estas hermosas reflexiones, una de las personas del grupo me escribió estas palabras y le he pedido permiso para compartirlas con todos vosotros:

Le escribo como hija de pastor, no como agricultor, que seguro que los conocimientos de éstos sobre la paja, son mayores, y podrían escribirle con más detalle.

Aun recogiendo la paja en el mismo terreno, no toda es igual, porque blancares, zonas pedregosas, puede haber donde no haya enraizado bien la planta y se ha quedado a medio camino en el crecimiento. Es importante no tener prisa a la hora de alpacarla, después de haber cosechado el grano. Hay que dejarla secar sobre el rastrojo para que no quede rastro de humedad en ella, de lo contrario, al guardarla algo húmeda, ella sola se pudre. Esta paja es muy buena –decía mi padre- porque al abrir una alpaca, si llevaba espigas, algo de grano mezclado que había caído al cosechar, más y mejor alimentaba a las ovejas.

Otra paja era terrible, porque las cañas eran duras, casi leñosas, y a las ovejas les costaba comérselas… pobres y señoritas, -decía entonces-, aunque él mismo sabía por qué no se la comían, y acababa en el suelo para empapar la humedad que, a veces, hasta eso costaba.

Donde no faltaba la mejor paja era para la oveja que había parido. Ésa, apartada con su cordero, siempre tenía paja seca a los pies, y en el pesebre, paja y grano, para que no le faltase el mejor alimento y que los calostros de su leche alimentasen al o a los corderos que habían nacido, para que de su madre recibiesen ese primer alimento tan importante.

Y si no es la paja un alimento principal, sí que es necesario, por la forma de hacer la digestión de estos animales, si sólo el de grano se alimentasen, no sobrevivirían porque son animales rumiantes que, continuamente, van masticando.

Lo mejor, cuando tú creías que habías ayudado a tu padre, él te había rellenado un costal de paja y lo había acercado a la lumbre… “¡anda!, siéntate o túmbate y te calientas…” Cuando habías entorpecido más que otra cosa.

Y sabía cualquier crío del pueblo que, en el momento de preparar el Belén, podían ir a pedir un poco de esa paja, porque no conozco ningún pastor que fuese tacaño a la hora de darla, aunque en todo el año no pisaran la Iglesia. Hombres rudos, con formas ásperas, muchas veces que, como la paja llegaban a pinchar, pero las obras decían lo que en el corazón llevaban. (Y lo que llevan, que todavía quedan pastores en nuestro pueblo).

Se me ha pasado decirle, aunque ya lo sabe, que si se puede, es importante guardarla a cubierto, para que las inclemencias del tiempo no la estropeen. Si es muchísima la cantidad que se recoge, los que se encargan de alpacarla, hacen grandes “cinas” con ella, así sólo se estropea parte de la alpaca que está en el exterior, ni siquiera la alpaca entera se pudre, pero la que en el interior se queda, intacta permanece. Si desapercibida pasa la paja, pero alimenta a los animales que calor dan al Niño, igual lo hace la que se prende fuego, para luego desaparecer, y que los troncos más gruesos sigan dando calor en ese portal, sólo quiere ser útil esa paja.

   Con todos esos cuidados hay que cuidar a las ovejas, y así nos cuida el Señor, como decía Calderón de la Barca, y me gusta repetir: “Oveja perdida, ven; sobre mis hombros que hoy, no sólo tu pastor soy, sino tu pasto también”. Les decía hace pocos días que en Bethlehem, que significa “casa de pan”, viene Jesús al mundo, para enseñarnos que iba a ser nuestro alimento. Hoy, en la Comunión de la Santa Misa, te pido que lo trates con cariño y respeto, como aquella señora que preparaba la Misa, y encima de la patena, ponía la hijuela, y sobre ella la forma, para que Jesús no pasara frío, porque veía el oro demasiado helado; cuando, en realidad, se coloca al revés. Creo que todos esos detalles, como los que tú has tenido, haciendo tu Belén, a Jesús le encantan. No dejemos de tenerlos.

   Así que, para terminar, les digo, que para estar en un Belén, no hace falta ser rey mago, y mucho menos Herodes. Para estar cerca de Jesús no hace falta ser la Virgen, ni tampoco San José. Para todo ello, con ser un poquito de paja, lo tienes todo, porque entre pajas duerme el Rey.

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