El IV Domingo de Cuaresma, se celebra el Domingo «Laetare», porque la Antífona de Entrada comienza rezando: «Alégrate, Jerusalén». Se refiere a la Alegría que todos debemos tener ante el momento inminente de la Pascua. Sin embargo, en la primera lectura, como viene ocurriendo los domingos del Ciclo B, en esta Cuaresma, también nos narra una Alianza. Preguntábamos en la última entrada si alguien sabía decir en qué consistía: Alianzas Cuaresmales.

A mi entender, Ciro, rey de Persia, ofrece al pueblo la oportunidad de volver a su tierra y rendir culto a su Dios. Un rey pagano, se ofrece y lleva a término construir el Templo al Rey de Cielos y tierra. Digamos que después del destierro de Babilonia, después de ser arrasado el Templo que había construido Salomón, debido a las infidelidades del pueblo, volvieron a su tierra y pudieron dar culto a Dios quinientos años más, hasta que lo derruyeron los romanos en el año 70. Viendo esta destrucción con anterioridad, lloró Jesús sobre Jerusalén, cerca del Monte de los Olivos, donde se divisa toda la ciudad.

El muro de las Lamentaciones, lo único que queda ahora de aquel segundo Templo que construyera Ciro, todavía es el lugar de oración del pueblo judío. Mi padre decía que antes de la venida del Mesías, los judíos construirían el Tercer Templo. No recuerdo en qué se documentaba, pero bien podría ser en aquellas palabras de San Pablo del capítulo segundo de la Segunda Carta a los Tesalonicenses. Leerla con el prisma de la historia que tenemos ahora es muy iluminador: Os rogamos, hermanos, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por alguna revelación, rumor o supuesta carta nuestra, como si el día del Señor estuviera encima. Que nadie en modo alguno os engañe. Primero tiene que llegar la apostasía y manifestarse el hombre de la impiedad, el hijo de la perdición, el que se enfrenta y se pone por encima de todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, hasta instalarse en el templo de Dios, proclamándose él mismo Dios.

San Pablo decía que no pensásemos que está encima, pero también es cierto que eso lo escribió hace cerca de dos mil años. Y bien puede estar ahora más cerca. Ese templo puede referirse en sentido figurado a la Iglesia, pero también puede ser un tercer Templo, construido por los judíos en los lugares santos. Hay mucho escrito sobre el tema. Simplemente diré que cuando se lo oí por primera vez a mi padre, hace más de cuarenta años, y no se oía eso ni remotamente. La mezquita de Omar está en ese enclave. Ahora, en nuestros días, ya hay colectas en Israel y en todo el mundo para recopilar fondos para esa construcción, y todos los países están pendientes de lo que ocurre en Oriente Medio. Me gustaría escribir más sobre el tema, pero nos iríamos del cometido de este domingo de Cuaresma.

También Dios, a través de Moisés, y como Ciro, dio una segunda oportunidad al pueblo cuando los picaron las serpientes venenosas, porque preferían los ídolos de Egipto, la esclavitud, y los pucheros de cebollas y ajos; que el maná y la libertad, camino de la Tierra Prometida. Podían curarse mirando la serpiente enarbolada en la cruz de bronce, símbolo de Cristo, levantado en la Cruz. Nosotros no recibimos dos oportunidades, sino incontables. Sólo tenemos que reconocer nuestro pecado, pedir perdón a Dios y confesar nuestros pecados. Podemos rezar para que la construcción del Tercer Templo acelere la venida del Mesías, su segunda venida. Pero también podemos aprovechar el momento para disponer nuestro corazón y aprovechar esta oportunidad de conversión.

Cuando era niño, tenía unas cartas de la Biblia en las que se veían estas escenas y muchas otras. Cuando veía a los que no querían mirar la serpiente, mi padre me explicaba: «Doncs alguns, no volien mirar, ni sabent que es salvaven». (Pues algunos no querían mirar ni sabiendo que se salvaban). Que no nos pase eso, que no dejemos de mirar el Crucifijo, ciertos de que es Él quien nos salva. No nosotros, ni siquiera lo que a nosotros nos parece. ¡Misericordia, Jesús, Misericordia!

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