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    Cae la tarde en los parajes de la ermita de la Virgen de Rus, los sacerdotes, los fieles, aquellos que han podido hacer un hueco en sus vidas, tantas personas buenas de estos pequeños pueblos de la Mancha, hemos acudido a clausurar el jubileo de la Misericordia con un deseo en el corazón: que sepamos abrirlo a todos, no sólo para dar, sino también para recibir.

     Si quieren que les diga la verdad, no he podido ver nada, solamente el perdón y el consuelo de Dios, en las palabras, en los rostros, en las personas que he confesado, durante más de una hora en una habitación lateral de la ermita. Recuerdo el día que celebramos el día del perdón con el Señor obispo. Fue el domingo que se lee el Evangelio del Hijo Pródigo. Invité a las personas de mis pueblos a acudir, y pensé que no vendría nadie. Aquello de «en tu nombre, Señor, echaré la red» resonaba en mi mente mientras lo iba anunciando. Creo que no cabíamos. Hoy ha pasado lo mismo. Ha sido un día hermoso y una sabia decisión quedarme confesando.

   Quiero compartir con todos las palabras conclusivas del acto para que puedan rezarlas desde casa aquellas que no hayan podido acudir. El domingo próximo, solemnidad de Cristo Rey, termina en Roma el Año Santo, con una Misa celebrada por el Santo Padre. Los gestos de Misericordia del Papa esta semana, y durante todo el año, nos inviten a practicarlos con aquellos que tenemos oportunidad todos los días, con nuestros prójimos próximos.

    Es la mejor manera de preparar la venida del Señor esta Navidad, y su segunda venida de la que se nos hablaba en el Evangelio. El arcipreste, D. Abel, nos ha invitado a la fidelidad al Señor. Cuando nos falte empuje, coraje, ánimo, acudamos al Señor, para que tenga Misericordia de nosotros. Sepamos perdonarnos y pedir perdón, perdonar a los demás, y comprender tantas actitudes que no podemos ni debemos juzgar. Que el Señor nos perdone las faltas y pecados de pensamiento, palabra, obra y también omisión, sobre todo los pecados de omisión. Tanto bien podemos hacer y no lo hacemos.

    El Papa Francisco ha recibido esta semana veinticinco personas «sin techo» llevadas por el Padre Ángel y Mensajeros de la Paz, al jubileo de estas personas. El Papa Francisco ha ido a visitar a los sacerdotes que abandonaron el ministerio para formar una familia, para rezar con ellos. Creo que están claras las actitudes con las que nos ha dado ejemplo. Sólo nos queda oír cada uno aquello de «Haz tú lo mismo». En la medida en que nos damos a los demás con misericordia, somos más felices.

CELEBRACIÓN CONCLUSIVA DEL JUBILEO EXTRAORDINARIO EN LAS IGLESIAS PARTICULARES

Aprobado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los sacramentos

13 de noviembre de 2016, XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario

  1. Luego de la oración después de la comunión, el Obispo invita a los presentes a dar gracias al Señor por los beneficios espirituales del año jubilar. Lo puede hacer con estas palabras, u otras similares:.

Hermanos y hermanas, demos gracias con alegría a Dios,Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque en este año de gracia nos ha bendecido con todas las bendiciones espirituales en los cielos en Cristo. A todos se nos ha ofrecido un tiempo precioso de misericordia y de conversión. Expresamos nuestra alegría y nuestro agradecimiento con las palabras de la Virgen María, Madre nuestra. Cantando la misericordia de Dios que se extiende de generación en generación, pidamos que siga difundiéndola en el mundo entero como el rocío de la mañana.

  1. El Obispo y el pueblo cantan el Magnificat.
  2. Terminado el canto, el diacono dice:

Inclínense para recibir la bendición.

  1. Luego el Obispo, con las manos extendidas sobre el pueblo, dice la siguiente oración:

Muéstranos tu misericordia, Señor y asiste a tu pueblo que te reconoce como su pastor y guía; renueva la obra de tu creación y guarda lo que has renovado. Por Cristo nuestro Señor. (Cf. Misal Romano, Oración de bendición sobre el pueblo n.8 – ligeramente adaptada). R/. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre + Hijo + y Espíritu + Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre. R/. Amén.

  1. El diácono despide a la asamblea. Si lo considera oportuno, puede decir:

Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso. Podéis ir en paz.

El pueblo responde: Demos gracias a Dios.

La asamblea se despide alabando y bendiciendo a Dios

 

 

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