En primer lugar, quisiera dar las gracias a D. Joaquín y a D. Abel por facilitarme estar esta mañana aquí, celebrando esta Santa Misa; así como a D. Julián, que celebrará la Misa de Villar de la Encina. Y a todos ustedes, gracias también por asistir a las exequias de nuestra Consuelo.

Querida familia:

Hace no mucho tiempo, empezábamos aquí mismo una homilía diciendo «querida Laura». Hoy, podría decir «Querida Mariluz» o cualquiera de los nombres de toda la familia. Hay una tarea del sacerdote que es especialmente difícil. Se trata de consolar a los hijos que, en el cementerio, se arrepienten de no haber actuado bien con sus padres. Sí, demasiado tarde. Y demasiado difícil cuando sabes que, además, es cierto que se han portado mal. En tu caso, Mariluz, te repito lo que te dije en Madrid: ¡Qué alegría vais a tener toda la vida porque le habéis dado a mamá todo lo que teníais! Podréis descansar de verdad. Le habéis dado kilómetros, tiempo, cariño, fortaleza. No lo dudemos nunca, NADIE TIENE AMOR MÁS GRANDE QUE EL QUE DA LA VIDA POR SUS AMIGOS. ¡Cuánto más si es por tu madre, o por tu esposa, o por tu hermana! No dudéis en entregaros a los demás, en una sociedad que ya no entiende el darse como un valor.

Hay otro aspecto que quiero resaltar de Consuelo, que nos sirve a todos de ejemplo. Su coraje. La he visto bien, regular, mal y muy mal. Y siempre ha tenido esa sonrisa de ánimo para todos, siempre ha sido capaz de contagiar sus ganas de vivir. Creo que hoy que nos invita el Evangelio a pedir, podemos pedirle a Cristo, saber sufrir como ha sufrido ella, y aprender a llorar con el que llora.

También la recuerdo por su capacidad de disfrutar, de estar alegre. La alegría es una virtud profundamente cristiana. Permitidme que reproduzca una estampa atrevida pero muy cercana. Me veo con la confianza para hacerlo. El día de la boda, tenía que despedirme cuando llega esa hora en que el cura debe irse a casa. Quería hacerme una foto con los novios, pero Fran no estaba y me la hice solo con Laura, me despedía de Mariluz, busqué a los padres del novio, muy atentos, hablando con algunos amigos… Pero Consuelo no estaba. ¿Alguien ha visto a Consuelo? Estaba en el centro del baile, no sé si en medio del trenecito o en el corro de la patata, pero tuve que entrar a despedirme. Saber disfrutar forma parte de saber vivir. También se lo vamos a pedir hoy al Señor, para nosotros. Que podamos disfrutar de cada momento, incluso, si aparece la enfermedad.

Éstas son virtudes de este mundo. Ahora quisiera hablarles de verdades del otro. Terminamos el Credo rezando: «Creo que la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna». La comunión de los santos es ese misterio por el que unos estamos pendientes de otros, no sólo aquí en la tierra sino también en el Cielo. Ese interés porque el nieto lleve un carrito determinado, es la misma comunión que tendrá en la otra vida para que todo vaya bien. Cuando rezamos por ella, cuando desde allí, viendo a Cristo cara a cara, le piden por nosotros, y velan por cada uno, cuando unos cuidamos de otros, vivimos la comunión de los santos. Si vemos presente a Cristo en los demás, estamos teniendo una fe fuerte; da igual que sea mi madre, un vecino, un pobre, el cura, o uno que pasaba por allí. Jesús está vivo en los demás. Jesús está aquí presente.

El perdón de los pecados nos hace falta siempre. Siempre que no ponemos a Dios sobre todas las cosas, porque estamos cargados de cosas, que nos quitan el tiempo para Dios. Nos cuesta mucho dejarlo todo para estar algún rato con Él. Para pasar un momento al Santísimo y decirle: «Aquí estoy Jesús, vengo a verte un rato, porque pasaba por aquí, porque te quiero mucho. Perdóname porque no he sabido comportarme en esto o en aquello, ayúdame a ayudar a los demás, que sepa comportarme con ésta o la otra dificultad. Ponernos delante de Jesús, viene muy bien para saber cual es su voluntad.» Aprovechemos la Parroquia abierta, que no en todas partes es posible, y pidamos perdón por todas las veces que no hacemos las cosas bien, pidamos luz ante cada decisión, o fortaleza en según qué situación.

La resurrección de los muertos, quizás nos haga falta actualizarla, quizás debemos pedir esa Fe, que va más allá de nuestro amor a la Virgen de Rus, porque encierra muchas más cosas. Si así termina el Credo, quiere decir que debemos creer también esa parte, si de verdad somos cristianos. No podemos elegir qué creemos y qué no. Si nos gusta o nos cabe en la cabeza o no. Hoy pedimos a Dios que Consuelo tenga el perdón de los pecados, para que goce plenamente de la Gloria el día de la resurrección de los muertos; y para nosotros que vivamos en esa Fe. La Fe de nuestros padres. Siendo así, esta celebración llegará más allá del recuerdo, la compañía, el dolor y la costumbre.

Y la vida eterna, que no tendrá fin, donde amaremos y alabaremos. Esa vida en la que volveremos a abrazar a los que aquí tuvimos lejos. Dios, Señor de los cielos y de la tierra, dale el descanso eterno, danos el deseo de llegar a ti. Que no dudemos nunca de que podemos traerte a nosotros, también ahora, de que el Cielo puede empezar aquí; y que, desde allí, ella nos vaya guiando en todo lo que debemos llevar a cabo, hasta que nos llegue el día, de presentarnos, como ella, ante ti. Sólo me queda deciros a todos, y los que aún tengáis padres, pedidle a Dios que os duren mucho tiempo, que está bien venir hoy, pero que el mes que viene, Laura y Mariluz, tampoco tendrán mamá. Que el año que viene Laura y Mariluz, tampoco tendrán mamá. Muchas veces venimos aquí, y después seguimos cada uno a la suya. Si hemos venido no es porque sí. Es porque queremos estar a vuestro lado, como amigos, como hermanos, a veces como padres, y quizás también como hijos.

Consuelo… ¡hasta el Cielo! Te quiero.

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1 comentario

  1. Gracias por una misa tan bonita, Consuelo se la merecía. No olvidaré nunca tus palabras. Creo que es bueno de vez en cuando que nos recuerden nuestros principios como cristianos. Hoy lo has hecho. Gracias

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